¿Cómo es la flora de clima de alta montaña?
La flora o vegetación alpina, la que se halla en la cúspide de las altas montañas del hemisferio norte del planeta, es muy diferente de las grandes coníferas que crecen en las partes inferiores de este relieve montañoso de bajas temperaturas la mayor parte del año.
Las flores alpinas visten las laderas de las montañas con una gran variedad de colores cuando aparece la primavera, en rojos, azules y amarillos de impactante belleza.
En la cumbre de Los Alpes también prospera el árbol más pequeño de todo el planeta: el sauce rodeno, árbol semiterrícola donde apenas se dejan ver algunas ramas en la superficie, porque el tronco está enterrado prácticamente en su totalidad en la tierra, única forma de protegerle de las fuertes ráfagas de vientos helados, mientras capta más agua para sobrevivir durante años.
A pesar de las condiciones pedregosas del terreno que van dejando los glaciares que retroceden por culpa del calentamiento global, donde los suelos no tienen nutrientes, crecen primero que nada los musgos, plantas muy adaptadas a estos hábitats desolados y fríos.
Cuando se mueren, dejan una extensa capa vegetal que aporta masa orgánica para la aparición de especies vegetales como la linaria y la saxífraga.
Las plantas coníferas más comunes son árboles como pinos, abetos y alerces. Pero también junto a estas especies de grandes metros de altura, suelen crecen plantas más pequeñas, como amapolas y brezos.
Ya hacia la zona de crecimiento alpino propiamente dicho, la típica vegetación incluye pastizales, brezales y ciénagas, así como plantas pequeñitas que crecen entre las grietas del suelo. En lo más alto de las montañas no es posible conseguir árboles de gran altura.
Lo impiden la altitud tan elevada, la falta de oxígeno y las rudas condiciones invernales, que no favorecen el crecimiento vegetal, pero se observa un denominador común: todas tienen características similares, porque son de baja estatura y son también capaces de almacenar agua para lograr la sobrevivencia.
Así las cosas, vemos un contraste marcado si comparamos los picos o cumbres de las montañas alpinas con las montañas de las regiones tropicales del planeta, donde la vegetación selvática llega al límite del crecimiento arbóreo, lo cual quiere decir que se pueden elevar a topes que compiten con los árboles más altos, pero las plantas pequeñas sí que son similares en estos clima antagónicos.
Igualmente, la cantidad de especies florales disponibles en ambos ecosistemas es parecida, con alrededor de unas 200 especies o tipos de plantas pequeñas que crecen en el tope más alto de las cumbres alpinas o de las montañas andinas.
Curiosamente, en la mayoría de estas regiones geográficas encumbradas del planeta, sin importar la cercanía o lejanía de la línea ecuatorial, estas plantas suelen tener características similares, porque sus hojas están protegidas por vellosidades o sustancias cerosas que las protegen de las heladas típicas de los inviernos montañosos.
A pesar de lo difícil que resulta la vida en estos ecosistemas tan helados y donde cae mucha nieve y el suelo es muy pobre en nutrientes, alguna vegetación florece y da sustento a pocas especies animales que también merodean estos sitios solitarios del planeta.
La mayoría de las plantas de las cumbres montañosas tiene un aspecto especial, acolchado o de forma esponjosa para retener el agua y aguantar la sequedad invernal, así como raíces muy largas que permiten una adherencia mayor al suelo para soportar los fuertes vientos helados.
Otra característica importante se hace muy visible en la llamada hierba pajonera, una especie de planta suculenta (género Aeonium) pequeña de hojas pequeñas pero pilosas que le ayudan a sobrevivir en un clima siempre tan adverso como la isla de La Gomera, una de las 8 islas ubicadas en Canarias, España.
Predominan con gran éxito, la Retama blanca, muy olorosa en la primavera, y el Codeso, otra leguminosa que también capaz de sobrevivir a las extremas temperaturas de las cumbres montañosas.
Crecen también en la primavera de las cumbres de la cadena montañosa de islas españolas como Tenerife y La Palma, la hermosa violeta del Teide o Viola cheiranthifolia, capaz de crecer a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, encima de la piedra pómez, una roca ígnea volcánica vítrea de baja intensidad que flota en el agua sin mayores problemas. Las montañas más encumbradas de América Latina también suelen tener una biodiversidad endémica importante.
En Colombia, una de las naciones de mayor biodiversidad a nivel mundial, se hallan las siguientes especies: Asteraceae, Orchidaceae, Melastomataceae y Polypodiaceae, en el privilegiado territorio que comprende cuatro tramos en ese país sudamericano, como son las Sierra Nevada de Santa Marta, en el sector Buritaca, La cumbre; el Parque de los Nevados, Puracé, en el Valle del Magdalena, hacia la zona del volcán del Puracé; y en Tatamá, donde el gradiente altitudinal va desde 500 hasta 4.500 metros sobre el nivel del mar (msnm).
Dicha diversidad prevalece gracias a factores topográficos y fisiográficos combinados, lo cual significa que a mayor altura de la montaña, mayor será la posibilidad de que se produzcan accidentes de tipo topográfico que conceden variedad de vida ante la convivencia de varios tipos de hábitats, favorecidos con los cambios climáticos que terminan produciendo una flora más variada.
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