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¿Qué son los residuos nucleares?
En España, la Ley 54 de 1997, definió a los residuos nucleares como
Este residuo nuclear es muy difícil de manejar por su larga permanencia en el medio ambiente.
Hay otras actividades, como aplicaciones médicas, investigaciones, actividades industriales, que contribuyen a la producción de este tipo de residuos.
En términos generales, los residuos radiactivos se producen casi en su totalidad en las aplicaciones energéticas, en las distintas etapas por las que atraviesa el combustible nuclear y en la operación y desmantelamiento de las centrales nucleares.
También se origina en lo que se conoce como ‘pequeños productores’, que son las aplicaciones no energéticas, derivadas de los usos de los isótopos radiactivos, en especial en las actividades relacionadas con la investigación, la medicina y la industria.
Esta producción es muy inferior a la de la energía nuclear, pero no por eso menos peligrosa.
Precisamente, como representan un peligro por las emisiones ionizantes que emiten, deben ser gestionados y controlados de manera segura. Pero, contrario a lo que ocurre con otros residuos tóxicos de actividades industriales, los residuos radiactivos decrecen con el tiempo porque los isótopos se desintegran y se convierten en elementos químicos estables.
¿Cómo los podemos clasificar?
Hay diferentes clasificaciones porque no todos los países toman como base la misma clasificación.
Por eso, en cuanto a nosotros concierne, vamos a tomar la clasificación establecida por la Unión Europea que, el primero de enero de 2002, recomendó la unificación de los diferentes criterios.
De acuerdo con la UE, la clasificación se divide en residuos nucleares de transición, residuos de baja y media actividad y residuos de alta actividad.
Los residuos nucleares de transición
Son desechos de origen médico que, en un período de almacenamiento temporal, se desintegran y después pueden gestionarse como residuos no radiactivos, respetando los valores de desclasificación.
Los residuos de baja y media actividad
Tienen una concentración de radionucleidos de baja intensidad en la generación de energía térmica.
Estos, a su vez, se clasifican en residuos de vida corta, cuyos nucleidos tienen una vida inferior a los 30 años, y residuos de vida larga, que superan ese tiempo.
Pueden ser herramientas de ropas de trabajo e instrumental médico utilizados en industrias, hospitales y centrales nucleares. Sus características principales son actividad específica baja, emisores beta-gamma, emisores alfa en muy bajas concentraciones.
Los residuos nucleares de alta actividad
Son los que tienen una concentración de radionucleidos de vida larga, a tenerse en cuenta en la generación térmica durante su almacenamiento y evacuación, residuos estos que se obtienen en mayor medida del tratamiento y acondicionamiento del combustible gastado.
Es el combustible irradiado de las centrales nucleares y otros materiales con elevados niveles de actividad, siendo sus principales características las emisiones alfa en concentraciones apreciables, un período de semidesintegración de 30 años y que pueden generar calor.
¿Cómo afectan al medioambiente?
La energía nuclear ha ocasionado grandes daños al ambiente cuando ha habido accidentes en las centrales nucleares, como en el emblemático caso de la central de Chernóbil del 26 de abril de 1986, o en la de Fukushima del 11 de marzo de 2011, pero más allá de eso, los residuos que genera constituyen un serio peligro para los seres humanos, los animales y las plantas.
Los residuos nucleares pueden permanecer radiactivos durante miles de años, lo que supone peligro latente para la flora y la fauna.
Las centrales nucleares siempre están en deuda con la naturaleza, porque el agua que usan la recogen de los canales naturales del medio ambiente, especialmente del mar, y cuando la devuelve, es más caliente de lo normal por lo que ocasiona serios desajustes en el ecosistema marino, y hasta puede producir la muerte de los habitantes de estos espacios acuáticos.
Además, cuando se produce un accidente, las fugas de agua radiactiva ocasionan problemas más preocupantes, porque esos vertidos tienen graves consecuencias para el ecosistema marino y los seres humanos, porque, siguiendo las cadenas alimenticias acuáticas cortas y largas, tenemos que los peces pueden transferir fácilmente los radionucleidos a las personas, porque la cadena va del agua radiactiva a las algas, de las algas a los moluscos o los crustáceos y de estos a los seres humanos.
En cuanto a las cadenas de alimentación largas, la contaminación se transfiere del plancton a los invertebrados, de estos a los peces y terminan en las especies depredadoras del mar, como atún, pez espada y tiburones.
La contaminación ambiental por residuos es de tal magnitud que abarca los alimentos y todos los objetos que tengan contacto con las radiaciones.
Cuando la radiación se adhiere al cuerpo, sus efectos son muy peligrosos si no se eliminan de forma natural, por el sudor, la orina y las heces; en ese caso tienden a dañar las células, ocasionando traumas en procesos fisiológicos hasta la aparición de tumores, aún más si existe la predisposición cancerígena.
¿Cómo podemos gestionarlos?
Los expertos han encerrado los residuos de este tipo en cementerios nucleares o en el fondo del mar, pero esto no es más que una solución a corto plazo si tomamos en cuenta que la radiactividad, como dijimos, se mantiene durante centurias mientras los lugares de resguardo no durarán tanto tiempo, o sea, que en cualquier momento pudiera surgir el peligro cuando uno menos lo pensara.
En las centrales nucleares españolas, las instalaciones para el tratamiento y acondicionamiento de tales radiactivos de baja y media intensidad se basan en procesos de cementación de los residuos sólidos húmedos y en la compactación para la reducción del volumen de los sólidos secos, cumpliendo un estricto Programa de Control de Procesos (PCP)
En cuanto a los residuos radiactivos muy baja, baja y media actividad que se almacenan en el centro de El Cabril, los bultos deben cumplir una serie de requisitos para garantizar la seguridad de las instalaciones no solo durante la operación sino a largo plazo. La radiactividad de estos residuos decaerá en un período de trescientos años.
Existen los almacenes temporales centralizados (ATC), como el de Villar de Cañas en España, que albergan residuos nucleares de alta actividad que son los que tienen una vida útil de cincuenta años.
En términos generales, el almacenamiento de estos residuos se realiza en instalaciones de superficie conocidas coloquialmente como cementerios nucleares, donde se gestionan cumpliendo las normas de ley, especialmente en lo relacionado con la seguridad.
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